jueves, 13 de agosto de 2009

Un pueblo maravilloso. Capítulo 9 - El serpentear de las sombras

Su pistola siempre ha sido una extensión de su mano, un apéndice adicional con gatillo que le brinda seguridad. Pero no hoy, no aquí.

A Marcos se le antojan pesados sus pasos, como si de alguna forma el amortiguado ruido del acero bajo sus pies se le ciñera a las suelas para no dejarle andar.

El pasillo se extiende hasta donde sus ojos, acostumbrados a la penumbra, le permiten ver. Las paredes decadentes, ominosas parecen estrecharse cada vez más y más.

De pronto, cree ver a las sombras serpentear como vapor para tomar forma en una silueta a lo lejos.

Marcos levanta la pistola. Quiere gritar por un instante quién anda allí, pero la intención muere entre el cerebro y su boca. Gritar en dónde sea que esté, no debe ser nada sensato.

Pero eso poco importa. La figura lo está viendo. O lo haría… si tuviese ojos.

Incapaz de distinguir, hasta que ya es imposible no ser devorado por el pánico, Marcos ve que la silueta que se abre paso entre la cortina de la oscuridad no es del todo humana.

No lo quiere hacer, pero ve cada detalle de la aberración encarnada frente a él: un par de pies enormes, arrugados como si hubiesen estado en agua durante días; unas piernas delgadas, rodeadas por gruesas venas verdes; la piel estirada y flácida cayendo desde su barriga; una boca amorfa rodeada de unas mejillas lánguidas; un par de manos, con dedos como aletas, que se estiraban para agarrarlo.

Sin estar seguro de haber acertado el primer disparo, Marcos acciona el gatillo de nuevo. Esta vez sabe que la bala hace diana en el pecho calloso de la criatura.

Otro balazo, seguido de otro y otro más. Pero la criatura no se detiene…

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