domingo, 2 de agosto de 2009

Un pueblo maravilloso. Capítulo 7 - Las campanas de la iglesia


Antón se tumba al suelo. Un par de colmillos apenas y le rasguñan el hombro, pero no siente dolor. Su corazón bombea adrenalina pura.

Con determinación, y sin saber dónde está la bestia; Antón gatea, se pone en pie, corre.

El aire frío le quema los pulmones. Su lengua es papel de lija en su boca.
Antón se tropieza y se levanta una y otra vez. En cada ocasión sus pies se resbalan más en el baboso pavimento.

Un último tropezón lo lleva a un andamio a medio armar. Unos cuantos tubos le caen encima. El ruido del metal en el suelo le recuerda las campanas de la iglesia a la que asistía cuando era pequeño.

Pero no tiene tiempo para recuerdos. La bestia canina está frente a él de nuevo. Esta vez con compañía. Dos hocicos rebosantes de colmillos le cortan el paso.
Empapado en sudor frío, con el corazón queriendo salírsele del pecho. Antón toma uno de los tubos.

Si va a morir, lo hará peleando.

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