lunes, 17 de agosto de 2009

Misión Improbable



Hacer cine para todos es hacer cine para nadie. Hay que condenar la fatídica tendenciosidad moderna a crear híbridos cinematográficos cuya consigna es desarrollar una estética universal. Toda estética es universal. El deseo ex profeso de amalgamar estilos es la pandemia artística del siglo XXI y esto, en sí mismo, es sólo natural. El sincretismo globalizante es nuestra esencia.

El problema son los estereotipos. La fusión, per se, suele crear los frutos más dulces, pero también los más amargos. Ceñirse a fórmulas nos ha hecho predecibles, nos ha infantilizado al punto de arrastrarnos a la lactancia estética de la que con tanto esfuerzo, y tras una traumática adolescencia llena de ismos artísticos, habíamos tenido a bien de superar.

Es más… el problema no son los paradigmas, el problema somos nosotros. La colectividad del pensamiento y el pensamiento colectivo han embotado de fórmulas y premisas, de leyes y normas a la antes indomable bestia de la imaginación humana. El libre albedrío es la más grande ilusión moderna, todo está pensado por nosotros y todas las decisiones propias en verdad son ajenas.

Libre albedrío cinematográfico
Aquí yace la bella contrariedad del arte, en especial el cinematográfico. La libertad total del cine lucha contra la opresión total de los esquemas. “El deber ser” de la estética se impone como una camisa de fuerza de la que no queremos escapar. Deseamos con vanidad ser igual a los demás, y a la vez, ser mejor que ellos en su mismo juego.

Pero apenas comienza el dilema de la estética y nuestro condicionamiento. Ahora hay que añadirle la dantesca concepción de la ética sobre la estética. Los realizadores estamos siendo perseguidos, monitoreados constantemente por policías de lo correcto que censuran el estetismo con el que trabajamos por ser “inapropiado”.

Y esta es la razón por la cual el documental es un género tan problemático. Hay un aura, de seriedad absurdista, alrededor del documentalismo en el que la realidad es una forma simultánea de castigo y responsabilidad. Es decir, mientras se subestima el poder de la ficción, a la par se está castrando la libertad estética en el documental.

Todo es manipulable
¿Qué no se han dado cuenta? Todo está manipulado y todo es manipulable. La realidad “real” no existe, sólo existen tantas realidades como seres humanos haya en el planeta. Por lo tanto la estética de mi subjetividad no sólo es válida, y digna de ser respetada; sino que además es aplicable a todo y todos serán afectados por ella.

El cine, en su historia, ha demostrado que sus más grandes logros vienen de la mano de aquellos realizadores que se han atrevido a desarrollar y defender su propio discurso estético. Creer que cada cosa tiene un significado único es el equivalente a hacerse una lobotomía por decisión propia. Nada es definitivo, o por mejor decir… “todo es relativo”.

El compromiso ideológico

Primero habría que partir de la honestidad temática. Hay una tendencia que habla de documentales comprometidos, yo opino que esto es hipócrita. Todo documental está comprometido ideológicamente y supeditado a la visión del realizador. Si se tiene eso en claro se podrá comenzar con buen pie, reconociendo sin pudor la estética propia que nace del colectivo.

Si ya se ha establecido que la realidad es de quien la mira, ha llegado el momento de plantear al cine como la forma de ver la realidad. Pocas cosas son tan poderosas como el factor psicológico subyacente en la estética de los planos. La semiótica de la imagen, la simple complejidad de colocar la cámara aquí o allá, marcan la diferencia acerca de lo como se dice lo que se está diciendo.

La objetividad es la subjetividad de muchos
Sé que hay quienes se toman la imparcialidad muy en serio, pero para eso están los reportajes. En el documental la esteticidad con la que se cuenta una historia es tan importante como la historia misma. No hay que escudarse en imposiciones teóricas para liberarse de la difícil tarea de crear lo propio (partiendo del contexto universal del que venimos).

La fusión no es posible, sino inexorable. Los géneros son un absurdo mercadotécnico y no un código de barras que categoriza la creatividad. Puristas, intervencionistas, esteticistas, todos deberían aceptar que no se “debe” hacer nada, sino hacerlo todo con un sello personal. El solo hecho de verse observada por una cámara afecta la realidad del hecho, y la realidad es que la estética es el placentero lubricante del lenguaje de nuestra subjetividad.


1 comentario:

  1. Que mejor manera de expresar tu pensar... No sabia de tu bolgspot, Buenisimo!!! me ha encantado y asi como lo dices, en la cinematografia hay que divorsiarse de todo parametro y categoria, asi cuyo autor (director) invitara a volar la mente de todo aquel que volar quiera. Tal cual como dices, lubricante del lenguaje de nuestra subjetividad y estimulante de nuetras emociones.

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