miércoles, 11 de agosto de 2010

Buffy - Crónica de una generación

“En cada generación hay una elegida. Ella sola combatirá contra los vampiros, los demonios y las fuerzas de la oscuridad. Ella es la cazadora”. Es la frase con la que solían comenzar la mayoría de los capítulos en las primeras temporadas de una serie de culto que le hincó los colmillos a la crítica y público por igual: Buffy, la caza vampiros.

Mucho antes de que Twilight (Crepúsculo) se transformara en un fenómeno de las masas enardecidas por las hormonas, en una época cuando la oscuridad adolescente no era sinónimo sine qua non de los emo, en aquella era cuando las carencias tecnológicas forzaban a los creativos a ingeniárselas con propuestas inteligentes, Buffy marcó pauta por muchas razones y hoy me parece un buen día para una merecida apología.

La trama…
Buffy Summers (Sarah Michelle Gellar), una linda adolescente se muda a Sunnydale, un pintoresco y pequeño pueblo. Si alguna vez fuiste nuevo en el colegio sabes lo que esto significa. Así que además de lidiar con todos los problemas de una nueva escuela (profesores inclementes, murmullos, desaprobación) Buffy tiene un problema adicional. El pueblo es La Boca del Infierno.

¿No hay tal problema, dices? ¿Qué basta con esconderse y llevar una vida precavida? Puede que sí, si fueses cualquier hijo de vecino. El inconveniente es que Buffy no es la típica chica de secundaria. Ella no es otra que la mismísima cazadora de vampiros, la elegida, sujeto de muchas profecías, y constante target de las fuerzas de la oscuridad. Así que estoy bastante seguro de que esta estudiantes está bajo algo de estrés adicional.

Sin embargo Buffy no está sola, con la tutoría de su vigilante, Giles (Anthony Head), la fiel ayuda de sus mejores amigos Xander (Nicholas Brendon) y Willow (Alyson Hannigan), las fortuitas colaboraciones de la egocéntrica y escultural Cordelia (Charisma Carpenter), y los importantes aportes del misterioso Angel (David Boreanaz), pronto las cosas comienzan a pintar mejor en la lucha contra la confluencia cósmica de energía demoníaca que azota el soleado pueblo.

Lo bueno…
Con una (infame) película que la antecede, siete temporadas al aire, más una continuación en historietas, hay mucha la tela que cortar con respecto a este fenómeno de la televisión de finales de los noventa. Sin embargo, para la sanidad mental de ambos, voy a procurar hacer referencia sólo a la serie, en especial a sus primeras temporadas, en lugar de pretender hacer una crónica aderezada de críticas que podría resultar tan pomposa como confusa.

Bien, ¿qué es lo mejor de Buffy? ¡Menuda pregunta difícil! Esto dependerá en gran medida de la persona que lo responda. Yo voy a proceder a pelar sus capas desde la superficie racional hasta su núcleo emocional comenzando por su premisa base, la idea original de la brillante mente de Joss Whedon que puso en marcha todo. ¿Qué tan significativo fue ver a una chica independiente y fuerte como protagonista para la época? Pues, en mi opinión, mucho.

El ya de por sí paradójico concepto de una chica persiguiendo a un monstruo en un callejón oscuro para darle cacería es un punto a favor de la serie. Con Buffy se rompió esa constante, ese paradigma de la damisela en peligro. Buffy era la heroína en todo el sentido de la palabra y eso es muy loable.

Luego tenemos unos excelentes guiones. Ricos en humor negro e inteligente, sazonados con referencias de cultura pop, y fuente de estándares que todavía hoy tienen que alcanzar muchas historias, los guiones de esta serie, cargados de profundas analogías, son de los mejores que he visto en la pantalla chica. Y si esto se te antoja como un disparate, te invito a reflexionar.

Por ejemplo, “Witch”, el episodio tres, utiliza como excusa la premisa de una hechicera que le roba el cuerpo a su hija para hablar acerca de como las desmedidas expectativas pueden lastimar las relaciones paterno-filiales, y más aún de cómo algunos padres buscan incluso vivir a través de sus hijos para rememorar sus años de gloria.

En “The Pack”, la posesión de un grupo de adolescentes por un espíritu africano sirve como escenario para abordar el tema de cómo la presión de los grupos puede coercionar y coaccionar al individuo, de cómo en ocasiones dejamos de ser nosotros mismos para volvernos parte de un todo, ya que al abandonar la individualidad ganamos seguridad.

Ahora que, si me preguntas a mí, de todo el sinnúmero de símiles y metáforas contextuales que pululan en esta serie, ninguno me es más sabroso que el planteado en los episodios trece y catorce de la segunda temporada. A ver si puedes unir los puntos… Buffy hace el amor por primera vez con Ángel, y este pierde su alma y se transforma en un demonio despiadado.

¿Te suena familiar? ¡Vamos! ¡Qué genial! ¿No es esto una clara crítica a esa marcada conducta que tenemos los hombres después del coito? ¿No somos en ocasiones un reflejo de esto? ¿Cuántas veces no hemos oído “hicimos el amor y después todo cambio” o “ahora es frio y distante”? ¿No hemos pensado alguna vez “vaya, el sexo lo arruina todo”?

Ahora que, nada de esto hubiese existido si no hubiese sido por el elenco de la serie. El cast de Buffy era sencillamente genial. Cada actor se complementaba perfectamente con el otro, cada uno le dio el matiz perfecto a sus personajes haciéndolos creíbles en un mundo increíble. Gellar, Boreanaz, Masters hicieron de descripciones y diálogos algo que trascendió a la pantalla.

Por otra parte, música y dirección, temas difíciles de tratar en un seriado tan largo, siempre me parecieron agradables y acordes con el espíritu de la serie. Incluso me atrevería a decir, que muy de vez en cuando, hubo momentos memorables en lo que se refiere a lenguaje audiovisual. Nada que sea digno de premios, pero sí bastante mejor de lo que estamos acostumbrados a ver (al menos en la era pre Lost).


Y ahora lo emotivo… Ángel, Buffy y Spike. De las mejores y más profundas relaciones de amor triangulares en cualquier género, forma y estilo narrativo, escrito o audiovisual. ¿Bella, Edward y Jacob? ¡Ja! Nada tienen que ver. ¿Los sosos hermanos Salvatore y Elena? Ni siquiera voy a dignificarles con una comparación.

En Buffy teníamos una tragedia épica cuasi griega de matices shakesperianos. Una cazadora de vampiros enamorada de un vampiro. Un vampiro con alma condenado a ser infeliz o transformarse en un demonio. Y luego le añadimos a la mezcla a un vampiro que luchó por su alma para estar con Buffy. Era poesía pura.

Lo malo…
Para ser franco, mucho. Con 144 episodios hubo más capítulo del que me gustaría admitir en que Buffy que te dejaba con un mal sabor de boca, una suerte de vacio estomacal con sensación de “¿Qué carajo está pasando?” que a veces llegaba a hacerte querer cambiar el canal. Cierto que hubo cosas sublimes, pero también abundó lo risible y detestable.

Tramas inverosímiles por completo, puntos giros injustificados, motivaciones de personajes completamente arbitrarias y… el musical. El infame musical. Yo no lo odié, pero para un gran número de personas allá afuera esto fue la gota que derramó el vaso de sangre. Y lo digo en serio. Tanta bilis hubo al respecto que todavía empaña el recuerdo que algunos guardan de la serie.

Lo cierto…
En retrospectiva, Buffy es memorable. La estoy viendo completa por segunda vez y he redescubierto cosas muy buenas, y, ciertamente, también una que otra cosilla que da pena ajena (aunque bastante escasa he de decir). De cualquier manera lo bueno sobrepasa descomunalmente lo reprochable, haciendo de Buffy una experiencia televisiva altamente disfrutable, llena de acción, humor inteligente y momentos tan emotivos que te arrancarán lágrimas.

Si te gusta Twilight es la serie que te abrirá los ojos a todo un mundo de posibilidades, sino te gusta Twilight te hará descubrir que hay historias de vampiros adolescentes que sí dan la talla. Si quieres ver televisión de calidad, esto es lo que estás buscando. Si deseas revivir viejos tiempos, o si esta es tu primera vez, no la dejes pasar. Buffy es un clásico moderno, es la crónica de una generación, es una obligación para los que se deleitan con las buenas historias. Esta es una serie que se parece a ti.

La Puntuación...
8/10


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